Nos cruzamos con las miradas, pero no tenías esa luz que alguna vez percibí.
¿Será qué esperé demaciado de vos como para pensar que iba a ser recíproco?
Y me fuí lentamente mirando hacia el frente, sin bajar la mirada.
No me decepcioné, porque ya me lo venía venir.
Ya estaba preparado para esto.
Y no me da miedo regresar a los brazos de la soledad.
Después de todo, ahí aprendí a quererme.
A sanar las heridas con mi propia superación.
Dónde alguien ve basura, recuerda que será oro para alguien más.
Y no es que depende de alguien más para brillar.
No soy la mitad de nadie ni la pieza faltante de un corazón roto.
No soy la luz para nadie ni ejemplo a seguir. Pero al menos soy sincero en lo que te ofrezco.
Prefiero perderme en mi locura a qué vivir en el manicomio de alguien más.
Prefiero seguir de largo, con una lágrima que se me escape por pecar de estúpido a qué, llorar por no alcanzar jamás a alguien que está a mí lado, pero que no me dejará acercarme más.