Atacan los seismos de mi alma, provocados por este profundo dolor acumulado.
Mientras mi mente sigue en pie, manteniendo latente a un corazón que se yace aplacado.
Y entiendo que la estupida función acabará cuando raye el alba.
Cuando deje de lado, a todo aquello que me perturba y no me deja permanecer en calma.
Le busco la solución al acertijo indescifrable de la felicidad; Que se camufla, en el laberinto inencontrable de la absoluta verdad.
Y me estoy volviendo loco, por permanecer a oscuras, ante un sin fin de incognitas, que nadie logra responder.
Mientras que la insertidumbre se vuelve más poderosa y despiadada, al verme enloquecer.
Sólo quedan brazas, que aún yacen calientes, de aquel pasado que no quiere morir.
Y un rastro de malditas cenizas, que se consumen con los momentos desolados que tuve que vivir.
Pero todo cesará cuando raye el alba, y cuando la Dama se ponga de pie, para sonreirme a la cara.
Y en los primeros rayos de luz, ella por fin se apiadará de mí, liberandome de los grilletes, que mantuvieron cautiva a mi alma.
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