Tener la obligación moral de saber soltar, renunciar y alejarse de personas que se cruzaron en nuestros caminos, pero que no quieren caminar a la par.
Aceptar que no siempre lo necesitan a uno. Comprender que no es a tí a quien desean querer... Saber que nunca fuiste una opción para alguien.
Aceptar que fuiste un simple juego para algunos... Entender que no puedes obligar a nadie a qué te quieran... Y asumir, que aunque seas puro amor, no todos verán eso en tí.
Querer demaciado a una persona, que jamás te corresponderá cómo tanto quisieras.
Pretender que te comprendan, y sientan lo que sentís por dentro es imposible de demostrar en carne propia. Pero el verdadero amor propio duele. Y es el único que te saca adelante, porque quedarse dónde no lo llaman ni lo esperan, es caer en lo más bajo del desprecio hacia uno mismo...
Reconocer las guerras pérdidas es muy doloroso, pero no hay nada más valiente, que la autoaceptación, y el valor de seguir adelante, aunque tengamos que poner dos pasos hacia otro lado.