Cayendo en un vacío inmenso, pasa mi vida, tras el el reflejo que refleja el espejo de mi alma.
Y mientras voy cayendo, me encuentro preso de la eterniadad de mi pensar.
Pensamientos que vienen y que van entre recuerdos de tristeza y de felicidad.
Un amor que se rompe en pedazos, y que muere en el intento, por uninir lo que pueda llegar a rescatar. Inestable, gobernado por la fragilidad.
Torturado, agobiado por lo quiere y no puede lograr.
Pareciera que no voy a tocar fondo en esta cárcel sentimental.
Atado a mis lamentos, intentando alcanzar la libertad, que se aleja de mis brazos por el peso de mi alma, anclada a la desesperación.
El dolor que quema sin compasión a mi ser, va destruyendo de diez mil formas a lo que queda de mi cordura.
Y atrapado entre infierno y tempestad, deseo no sufrir más.
Lágrimas que se expanden por el túnel de la soledad, tratando de desatar, con un grito de eco eterno, todo mi pesar.
La desolación invade lo que ya no se puede salvar.
Me envenena, me devora, me consume, me desmorona.
A ciegas, mi alma muerta y fría, ya no ve esperanza alguna.
Sin tacto, mi carne hecha escombros, vuelve al polvo entre los muertos.
Sin voz, me he quedado mudo, tras el nudo más profundo que atraviesa mi garganta.
Sin piel, ya no hay rose que genere placer ni sentimiento que acaricie a ningún otro ser.
Todo se acabó.
He cerrado los ojos,
Y con un adiós me despido.
No es mañana cuando deberías estar haciéndolo. ¡Apresúrate antes de que raye el alba! Después será el momento en que, todo ser humano, deberá sentirse realizado por completo.
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lunes, 28 de noviembre de 2016
Todo se acabó
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