¿Pero como te atreves a decirme que toda nuestra relación fue una mentira?
¡Si supieras que yo por tí siempre daría la vida!
No me importaría, porque tú también siempre fuiste mi propia familia.
Y no es que siga los pasos de un desesperanzado suicida.
Si no, que no quiero permanecer con vida, sabiendo que perdí a quien jamás me abandonaría.
Ambos nos herimos, ambos nos amamos, y en medio de la tormenta, nos mantuvimos a flote. Siendo el uno para el otro, dando lo mejor que cada cual tenía. Y siempre haciendo todo lo que se podía.
Pero no digas que no te siento, que no me dueles... Ya me basta con sufrir con mi propias culpas, con mis ideas retorcidas que me llevan a la locura.
El tiempo pasa, y hay cosas que ya no se arreglan, ni con un perdón ni con empezar de cero, cuando la confianza se destruye.
Lo sé porque ambos perdimos. Y más yo, que no supe entenderlo la primera vez. Simplemente, permanecí lleno de hipocresía. Y cuando me quite las vendas de los ojos, ya era demaciado tarde; porque ya no te tenía, aún estando bajo mis brazos, estaba ciego por mis propias mentiras.
¡Y lo que más me dañó es saber que yo ya no era tu salvavidas!
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