Seguidores

viernes, 18 de marzo de 2022

Verso XLII

Con mi alma desnuda sobre la balanza, contando los segundos que me quedan.
Me siento tan desprotegido...tan desolado.
Tiré sobre la mesa las cartas que me quedaban, buscando aquél comodín que me salvara.
Pero ya es demaciado tarde. La partida está por terminar.
Y como una brújula que perdió su norte, me siento tan confundido... tan desorientado.
¿Hacia dónde me dirijo, sin mis principios y sin mis convicciones? 
No hay nuevo rumbo, si el que no quiere ver, no acepta lo que mira, si niega lo que lo perturba por miedo... Mientras tanto, el miedo te devora la vida. Mientras tanto, se escapa el tiempo, y es la muerte la que te espera, con paciencia, en la otra esquina.

domingo, 6 de marzo de 2022

Mis demonios

Bailando con mis propios demonios, dentro de las paredes frágiles de mi mente de cristal. En aquella habitación desolada, que antes fueron mis masmorras. Mismas que moldearon por completo mi personalidad.
A cada paso que dimos, siempre estuvimos conviviendo juntos a la par. En una simbiosis auto-impuesta, por convicciones que nunca pude desnaturalizar.
Alimentándose como parásitos, de las cosas buenas que he vivido. Defecando sobre mis sueños, y estacando su descendencia en el fondo de mi ser... A punto de eclosionar.
Se que me están haciendo daño, pero no es posible escapar a tiempo, cuando ya estás bailando con ellos, el vals.
El vaso siempre estubo lleno, pero por culpa de las gotas que insistían en rebalsarlo constantemente. 
Me leyeron siempre la mente, y me susurraron al oído mentiras que creí ciegamente. Sin embargo, no los puedo evadir ni engañar. Por culpa de ellos, no puedo ser capaz de perdonar, no puedo ser capaz de amar.
No puedo sanar mis heridas más profundas por no lograr dejar el pasado atrás. 
Creí que eran mis corazas, mis defensas. El bastión que me construí para no volver a llorar. Porque me prometí que nadie más, jamás me iba a volver a lastimar. Pero me convertí en lo que nunca quise ser. Coexistiendo con esa parte inocente reprimida en algún rincón dentro de mí, y con una parte obscura, a la que le tengo miedo dejar salir.

sábado, 5 de marzo de 2022

Desahogando dolor

Esa enorme necesidad que tengo, de escapar de la realidad en la que vivo... No por cobarde ni por egoísmo.
Deseo trascender... ser alguien más que, un mero espectador que sufre constantemente. Y que lucha por ser empático con el dolor ajeno. Convivo con la impotencia de no poder hacer nada por nadie. Ni siquiera por mí mismo. 
Estoy dispuesto a todo, aunque se me vaya la vida en eso. En querer negar a toda costa, que la cosa es así y listo. Que cada quien tiene lo que se merece y está donde tiene que estar. Y que siempre se justificaque con la invisibilización de la verdadera miseria humana. 
Vivir para trabajar, hoy en día se volvió subxistir. Solo pocos saben lo que es vivir sin amarguras, dólares, estrés, angustias, culpas mentales... De no poder lograr nada con tanto sacrificio en años. Y saber que nos podemos morir en cualquier momento, y peor aún, ya que la vida se acorta aún más, cuando te la suerte se te acaba por la negligencia e impunidad de alguien más. Cansado de tener que seguir adelante, convenciendome de que algún día vamos a cambiar. De que vivir no sólo puede tratarse de desdicha. Pero cada vez más se siente la desesperanza, cada vez se tira la toalla, se siente la desolación, la tristeza y el dolor... El miedo de salir otra vez, la división emocional, entre volverte un monstruo, para no terminar devorado o ser lo que te dijeron que estaba bien. La realidad es que nadie hace nada por nadie. Y muchos aunque lo quisieran no podrían. Es caótico el mundo, son aterradoras las actitudes humanas ante la indiferencia, son catastróficas las consecuencias. 
Y daría lo que fuera, por sentirme vivo una vez más. Por salir a la calle y por primera vez, no tener que estar pensando en el futuro, buscando posibles soluciones a mis problemas del presente, incluso los que arrastro del pasado. Lucharia por esa revolución paradigmática, que ponga todo en su lugar. Que paguen los que tienen que pagar, que sanen los lastimados, los quebrantados y los que ya tiraron la toalla por no soportar más la situación. Vivir para que otros estén mejor, en millones de trabajos que te roban cada minuto de vida, en un mundo efemiro, que no le pertenece a nadie, porque fuimos polvo desde el comienzo de todos los tiempos. Y saber que sólo son felices aquellos pocos que no tienen ni idea de lo que es tener que cargar con la obligación de dejar de vivir solo para alimentar está rueda enferma. Porque si al menos no tuvieras ningún problema de ninguna índole, que perturba tu salud mental o que te genere miedo o dolor, entonces al menos tendría sentido sacrificar tu valioso tiempo. Hoy en día, nada dura, nada está garantizado ni es certero. No sabrás en qué momento será tu fin. Porque la impunidad anda merodeando por cada esquina y cada rincón de una sociedad corrupta, injusta, ausente, malagradecida y despiadada.