Nunca fue grato ver el dolor ajeno de quiénes me importaban, y quedarme con los brazos cruzados.
Me dijo mi reflejo, que aunque quede el sabor amargo en la garganta, por esperar, lo que creía que era lógico. Que entienda que, cada quien es como es, y da lo que tiene en su interior. Y el sentido común no es el mismo para todos.
Me dijo mi sombra que no está mal pedir ayuda, cuando uno mismo no puede. Y si no es de quienes esperabas, que sea la propia. Porque la decepción incluso está donde menos lo esperas. Pero que te puede defraudar todo el mundo, menos vos mismo. Es uno mismo quien se debe salvar. No dejarse tirado, extenderse la mano y sujetarla. Volver a caminar y continuar.
Me dijo mi reflejo, que el dolor no es en vano. Que las caídas fueron por algo, aunque no las entienda. Que hay un aprendizaje en proceso, lento pero seguro. Y que algún día, le daría sentido a todo cuando vuelva a sonreír, mirando hacías atrás, solo para aprender y mejorar.
Y por una vez le hice caso a mi parte más frágil, a esa luz pura e inocente, que me mantuvo en el buen camino, pese a todo lo que prometí que iba a destruir. Me dije a mí mismo, qué si seguía así, sería el único derrotado.
Por eso, el espejo está vez tocó mi parte más vulnerable. Para hacerme ver, que uno puede desear muchísimo algo. Pero que si no tiene que ser, no será jamás. Y lo único que puede suceder, es que uno se mueva por otros caminos, dejando de lado lo que hace mal. Y entregarase al presente... sin juzgar a nadie, sin mirar la paja del ojo ajeno, sin preocupaciones que están demás, sin pretender que todo sea como espero, sin esperar por esperar, sin buscar por demás. Solamente soltar las riendas de la mente, y vivir sin límites, cada día, un poco más.
Pero es un orgullo inmenso, el reconocimiento de la negación, la aceptación del proceso, y la superación de las adversidades. Solo así, el auténtico cambio interno, llegará a florecer en la siguiente estación.
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