En esta noche preciosa mi llanto voy a desahogar,
Pues la historia de unas personas importantes quiero contarles.
Ella era tan inocente, tan especial.
No tenía maldad alguna para cometer.
Y él era tan honesto, tan comprometido,
Y no tenía motivos para ser cruel.
Un día como cualquier otro, ellos salieron a la par, como habían prometido hace años atrás. Recobraban ese amor, que en tiempos de engaños, no solían florecer.
Se adoraban día a día, años tras años, demostrando a cada hora cuanto se amaban.
Daban el toque de fidelidad que los hacía leales a ambos.
Ni una mentira, ni un engaño… Solo amor.
Ninguna pelea, ninguna discusión…Solo amor.
Ella iba encima de él, y en sus hombros sentía que podía volar. Y él, contento, de tenerla encima, porque con ella sentía que podían planear.
Corrían por las calles como locos desesperados, y con vergüenza a nada.
Nada los paraba, y no temían a nada.
A cada hora un verso corría por el oído de ella,
A cada hora un beso rodaba por la mejilla de él.
Como fiel chofer, él la acompañaba hasta el final del día, y con un dulce beso de despedida, se decían adiós al anocher.
Un día de otoño, juntos y de la mano, fueron al puente en el que se habían conocido, contemplando el atardecer que aquel día les brindó.
Recordaban lo que más anhelaban en el mundo.
Angelitos de Dios, enviados a sus brazos para recibir amor.
Soñaban con ser los mejores padres, y ser una familia unida, donde crecerían con mucho amor.
El tiempo corrió, y desapareció.
Entonces, ella lo miraba a él, mientras que una sonrisa se desplegaba de su rostro.
Y él la miraba a ella, mientras que, con dulzura, su vientre tocaba.
¡Qué alegría, la nena y el varón!
Apareció el tiempo y la nueva etapa se presentó.
La imagen de una familia unida, y de una hermosa creación.
Las llegadas se aproximaban, mientras que ellos esperaban con ambición.
Hasta que el momento de magia, apareció en una noche de luna llena.
Entonces, él, con desesperación y con alegría, la llevó de urgencias al hospital. Mientas que a ella, una sonrisa se dibujaba desde lo más profundo de su corazón, soportando cada contracción.
Solo quedaba esperar, y a los milagros poder presenciar. Y el tiempo, fugitivo, voló y se evaporó.
El doctor, parado en la puerta con las nuevas noticias, se a acercó a la sala de espera para otorgar la mayor felicidad.
¡Felicidades, es un varón!
Y fue ahí cuando él se dejó envolver por el llanto, y se ablandó, sosteniéndolo en
manos, derramando lágrimas de amor.
Más del dolor que se podría haber tenido en cuenta, fue lo soportó ella. Y por amor, siguió adelante con su agonía, pues había una vida más en camino que esperaba nacer.
Decisiones son decisiones, y lo que importa en las peores circunstancias, es una mamá.
Leyes en el parto, donde la madre es la prioridad, y donde una vida inocente a veces no se puede salvar.
Y pese a tanto esfuerzo, en una difícil lucha, ella dio a luz.
En la puerta, él seguía esperando, y el doctor lo volvió a recibir con una mirada que reflejaba amor y al mismo tiempo dolor.
¡Felicidades, es una nena!
Y las lágrimas lo hundieron en el corazón.
“Y ¿Dónde está ella?” Dijo él, y a la puerta de la habitación se asomó.
Pero el brazo del doctor en su hombro lo detuvo,
Y un “Lo siento” con la mirada hacia el suelo, lo paralizó.
Ella no resistió el dolor, pues una enfermedad severa tenía y no la aguantó.
Una enfermedad que la debilitó.
Ella podía haberse salvado, pero de su vida se despidió. Pues sólo se salvaría si su pequeña niñita no nacía, y por lo más sagrado, a todo su mundo renunció.
Él lloraba y lloraba, y con ambos hijos en manos se marchó.
En luto y desolación, él pensaba en esa vida llena de amor, que se esfumó para siempre.
Apareció el tiempo, y se plantó.
La vida de un padre criando a sus dos hijos se veía, con mucho esfuerzo y dedicación.
Respeto, modales y amor les enseñó a ambos,
Pero por sobre todo, amor.
De un amor imposible se había se enamorado.
Se encontraba destinado a la soledad, aún siendo el destino quien un día los unió.
Y no lo podía soportar más. Pues mantenerse lejos de ella no podía, y sin ella, se desmoronaría su existencia.
A sus hijos de 5 años, a cuidado de su hermano menor dejó. Y una tarde de invierno fresco, al puente donde soñaban con tener a sus angelitos, regresó.
Sin dudar, una carta final preparó, y con ella al agua se arrojó.
Al cielo o al más allá se arriesgó a ir, tan solo para encontrarse con ella, y solo amor.
Por ella moriría, ya que sin ella no podría vivir.
Esta historia es la que me marcó para siempre,
Y ahora, padre de dos niños soy.
Hermano de una persona que solo quería amor.
Ambos muertos, unidos por ese amor imposible.
A veces, llorando sobre sus tumbas, me pregunto
si acaso existe tal amor. Y si el amor espera a su media naranja en la otra vida, para después seguir con ella hasta el fin de los tiempos.
Lo único que realmente sé, es que ellos se amaban con una infinidad, y que tan sólo había amor.