Con mi zurda, corté los hilos de tus telarañas, con la que me tenías enganchado. Pero ya no soy una de tus presas, vuida negra.
A mí no vas a picarme para envenenar mi mente, manipulando mis sentimientos a tu antojo, sanguijuela.
Harpía despiadada, casi caigo en el abismo por creer que me querías, pero seré yo quien te arranque las alas antes de que escapes para herir a alguien más.
Solo mereces estar en la jaula en la que has encerrado a todos los que creyeron en tí alguna vez.
Creías que eras el oráculo, que te la sabías todas, y abriste la caja de Pandora por subestimar sin cesar.
Debiste haber clavado bien hondo el puñal. Pero fallaste, y yo no soy de dar una segunda oportunidad.
No, cuándo fuiste alguien que vivió únicamente, para sacar ventaja de la nobleza de los demás.
Pero no te preocupes, que hoy no es el día del juicio final. Dejaré que te alejes lo suficiente como para darte esperanzas. Que creas, como creyeron tus juguetes. Y al llegar el crepúsculo, daré inicio a la cacería de víboras. Y tú, cascabel, ya has picado más de una vez, y tú veneno dejó de ser letal. Pero letal será el daño que recibirá tu ego.
No te atreverás nunca a más a mirarte al espejo. Porque solo vergüenza reflejarás. Y no creo que te perdones nunca, porque tú culpa te hará mártir. Y de esa fosa no saldrás.
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