Un millón de
disculpas no bastan, para reparar este inmenso dolor que me has causado.
¿Cómo puedes
remendar este tiempo de soledad con el qué me has estado pagando?
Ya me cansé de
dejar, cada lágrima, en el profundo océano que esconde mi almohada.
El temor de que
nuestro amor se seque, como aquellas desoladas lágrimas, cada vez crece, y se alimenta de mis crueles pensamientos que no me dejan
vivir en paz.
Me equivoqué una
vez, tal vez dos o tres.
¡Pero juro por Dios, que este mal no merezco!
Y si he de merecerlo, ¡Ya lo escarmenté!
Nadie te amará
jamás en esta vida, y en ninguna otra, como en este mismo momento, aquí en
medio de la noche, te estoy amando yo. Con tanto dolor, con tanta pasión.
Es tan fácil
toparme con tu camino, y es tan difícil que te encuentres junto a mí.
Verte cara a
cara, tomando unas cervezas y matando unos cigarrillos, en la quietud de la oscuridad.
Tan posible es
saludarte y mirarte, y contarnos nuestras insignificantes vidas.
Tan fácil es todo
contigo...
Lo difícil es hacerlo como si nada hubiese pasado entre nosotros dos.
Daría cualquier
cosa en el mundo, con tal de acabar con tanta autodestrucción;
Porque lo que
circula por mis venas, y lo que bombea mi corazón,
Ya no es vida... Ya no es
amor...
Quisiera que te
borraras de mí para siempre, sin tener que ser yo quien tome esa decisión.
Quisiera que
nunca haya sucedido nada entre nosotros, sin siquiera tener que pensarlo.
Mi dolor forma
parte de tu amor. Ambos son complementos que no se pueden separar.
Y ya ha pasado
tanto tiempo, que he aprendido a coexistir con la angustia, en medio de este
enigmático amor.
Me acostumbré a
sentir tu piel junto a la mía, y me cansé de soñarte junto a mi cama, como si en
verdad fuera a pasar.
Me inventé un mundo posible junto a ti, que ya no hace falta que estés aquí conmigo.
¿Con qué poción
me has embrujado qué ya no puedo distinguir entre lo correcto y la locura?
No puedo seguir
en pie, si al menos tu nombre no se escapa de mi boca.
Creí que nunca volvería a enamorarme de nuevo, que sólo debía estar para tí.
Pero eso ya no era amor. Ni siquiera obsesión... Era mi perdición...
Cansado de oír canciones
dirigidas a “¿Vaya uno a saber para quién?”. Ignorando la respuesta que mi
alma se sabía de memoria.
¡Tan fácil es
fingir que todo va bien! Pero si el espejo mostrara como en verdad siento, mi propio reflejo se desvanecería eternamente.
¿Cómo es qué no
ven mi agonía?
Grito como loco, en el interior de las cuatro paredes de mi mente, tratando de conseguir que
alguien me escuche y me libere.
Quisiera que ese
héroe sea esa persona, pero despierto, y me encuentro con la cruda realidad.
¡Qué tonto que
soy! Si es mi propia encarcelación, mi atadura y mi esclavitud.
Es el verdugo con su guillotina, de la cuál no escondería mi cabeza.
Dejaría mi alma en sus manos, a pesar de que con ella haga lo que le plazca.
A veces me
imagino que todo es distinto, que se da cuenta, de que solo yo soy su vida.
Imagino que juntos somos felices.
Entonces mi agonía, se hace alegría certera, que promete cumplir cualquier promesa.
Engañado, me
encierro en esa fantasía, hasta que lentamente bajo de las nubes, y aterrizo de
golpe contra lo más duro del suelo.
Despierto de
nuevo con ese rostro amargado, buscando la respuesta a esa pregunta que solo el
destino se tiene entre manos.
Despierto una vez más, con el mismo vacío de siempre, y dispuesto a seguir soñando... A seguirme engañando.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario